Informe del engaño de Mario, 53 años, de Santander

Desafortunadamente, un matrimonio puede acabar también después de muchos años. No obstante, hubo un tiempo en el que se aceptaba vivir “para lo bueno y para lo malo””. También me ocurrió a mi. Después de un paréntesis, ahora soy un joven de 53 años y vivo a las afueras de Santander.

 

El inicio de mi matrimonio

En el comienzo de un matrimonio siempre todo va bien. Cada cónyuge está en la famosa nube. Así era también para mi y para mi mujer. En un momento dado llegó el famoso punto de cambio. Probablemente, cuando echo la vista atrás a cerca de tres décadas de matrimonio, no estábamos demasiado de acuerdo en la educación de los niños.

Este fue más o menos el motivo de mi aventura. De manera improvisada, el coito o el sexo ya no estaban presentes entre nosotros. Es cierto que mis experiencias aventureras llegaron demasiado tarde. En términos generales, no soy el tipo de tío que engaña a su mujer.

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A fin de cuentas, en aquel momento me había casado por amor y había jurado fidelidad a mi mujer. Nunca había pensado que llegaría el día en el que la traicionaría. Sin embargo, parafraseando un refrán: “A menudo, las cosas siempre ocurren de manera completamente distinta de como se esperaba”.

Con frecuencia teníamos opiniones diferentes, tampoco es que nos peleáramos verdaderamente, sobre cómo educar a nuestros hijos. Yo soy un tipo de persona vinculada a las costumbres tradicionales que mi madre me había enseñado. Sin embargo, no era solo por eso. Inicialmente, mi mujer tenía el hábito de tratar a nuestros hijos de manera diferente. Todavía aun lo niega. Por ello, me iba de casa al principio cerca de un par de horas. Simplemente para respirar aire fresco. Así en un momento dado, sucedió.

 

Mi experiencia personal sobre el engaño

Tuvimos de nuevo una pelea. Para no tener que participar entonces en una discusión sin final, me marché. Esta vez, sin embargo, ocurrió algo que no había previsto en absoluto. Me encontré con una mujer bellísima que estaba llorando. Me olvidé de mis problemas y me acerqué a ella para preguntarla si necesitaba ayuda. Después de sus primeras dudas, la mujer me contó su problema.

Durante su relato, paseamos y llegamos hasta el bosque, porque vivíamos cerca de éste. En un momento dado llegamos a un prado y nos sentamos sin ser molestados. Ninguno de los dos notamos que no había nadie a nuestro alrededor. Y mientras hablábamos y nos mirábamos a los ojos, ocurrió. No queríamos que pasara en absoluto, pero nos besamos. Después del primer beso, llegó el segundo y el tercero.

Así, lenta pero verdaderamente, los besos se volvieron más intensos y apasionados. No sé como, mientras nos besamos, comenzamos con las caricias, probablemente los dos al mismo tiempo. Al principio eran caricias sobre los brazos y la espalda. Después, inconscientemente, toqué suavemente su pecho. O no se dio cuenta o en realidad le gustaba. Al menos, no rechazó. Quité mi mano de su pecho y la acaricié de nuevo, para después volver al mismo punto y ella seguía sin rechazarme.

Después no podía hacer otra cosa que, lentamente, mientras nos besábamos, le desabroché la blusa, abrí su sujetador y continué acariciándola dulcemente. Parecía gustarle y comenzó a su vez a acariciarme. Con todo, puedo decir que fue una experiencia y un engaño maravilloso. Y, encima, en plena naturaleza. Un coito que jamás había sentido con mi mujer. Debo, de todos modos, indicar que durante el orgasmo no habíamos prestado atención a la presencia de la gente en los alrededores. Estábamos totalmente concentrados en nosotros, aunque no había nadie. Por lo menos no vimos a nadie después del orgasmo.

Después de esta experiencia, reflexionamos sobre si volveríamos a vernos o no. Llegamos pronto a la conclusión de que no habría una segunda vez.

En ocasiones ocurre todo de manera muy diferente de lo que se espera.

No pasó mucho tiempo y nos encontramos por casualidad de nuevo. Al principio dudamos sobre cómo comportarnos, pero después pronto llegó la decisión sobre si debía ocurrir o no. Ambos no habíamos podido olvidar fácilmente esta maravillosa experiencia, deseando de nuevo una repetición. Puedo asegurar que no puedo imaginar que una aventura pudiera convertirse en algo tan bello. Tan maravillosa que esta mujer y yo decidimos separarnos de nuestras parejas y buscar un apartamento juntos.

Hoy vivo muy feliz con esta mujer y sus hijos. Lo más bonito es que esta mujer desea que me ocupe de la educación de sus hijos con ella. Lo hago voluntariamente y me funciona.