Mujer, 47 años, de Alicante, confiesa su infidelidad

Confesión mujerTengo 47 años, trabajo para una renombrada empresa en las cercanías de Alicante y nunca me podría haber imaginado que sería capaz de ser infiel. Sin embargo, lo he hecho.

Luego de mi segundo divorcio, mis padres comenzaron a criticarme. No lograban comprender que existiera un estilo de vida distinto del suyo. Mis hijas siempre fueron lo más importante para mí, pero sentía también la necesidad de tener un nuevo compañero.

En una fiesta conocí a un hombre que me fascinó de inmediato. Comenzamos a vernos con frecuencia, pero justamente en ese momento también uno de mis colegas comenzó a echarme las cartas. En un inicio, sólo hablábamos, pero yo siempre tuve la impresión de que entre nosotros existía algo más.

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Él estaba casado y tenía dos hijos. Su esposa estaba embarazada de su tercer hijo. Yo me sentía atraída por él desde el momento, tres años atrás, en el que había comenzado a trabajar en mi misma empresa. Es más joven que yo y definitivamente se trata de un hombre atractivo.

Siempre era un placer pasar el tiempo con él y, sumado a esto, teníamos los mismos gustos. Puede decirse que nos encontrábamos en la misma sintonía.

Últimamente, nuestras conversaciones habían comenzado a mostrar un tono más confidencial y, cuando por casualidad una vez le rocé el brazo, me si cuenta de que entre nosotros existía una química intensa. Estaba segura de que no era fruto de mi imaginación. Él comenzó a buscarme con más frecuencia y a contarme hechos de su vida privada. Me confió que estaba insatisfecho con su matrimonio, ya que su mujer no había hecho el amor con él en más de seis meses. Aparentemente, ella lo descuidaba también en otros aspectos, y concentraba su atención y amor sólo en los niños.

Creo que era el tipo de mujer para la cual es importante ser “la mujer de alguien”, pero no parecía importarle que el matrimonio ya no estuviera ileso. De otra forma, no creo que mi colega habría comenzado a tirarme los tejos.

Comenzó a contarme cada vez más detalles de su intimidad. Decía que no se sentía amado por su mujer y que tenía la sensación de no ser importante para ella. Le faltaba ternura en su relación. Su esposa había sido su primera novia. Pienso que simplemente eran muy jóvenes cuando se casaron.

Me aseguraba de tocarle la mano o el brazo cada vez más seguido, en momentos en los que no miraba nadie. Le daba placer, visiblemente. Luché durante bastante tiempo. Una aventura con un hombre casado ciertamente no era lo que había soñado toda mi vida. Además de todo eso, en ese punto yo también tenía una pareja propia. Sin embargo no podía resistirme a sentirme siempre más atraída por mi colega.

Dejé pasar un poco de tiempo, y luego tomé una decisión. Aquí, en esta zona, existen las típicas hogueras de San Juan en diversas localidades. Lo invité a participar e hicimos una cita. Su mujer se quedó en casa: se encontraba sólo a cuatro semanas de la fecha prevista para el parto. Apenas lo vi, supe dentro mío que nuestra amistad daría “un paso adelante”. Fue una bella velada. Seguramente el alcohol contribuyó con nuestro buen humor. Mi colega hacía de todo para acercarse a mí y, en un cierto punto, tomó mi mano. Ese gesto me hizo olvidar todo el resto. Poco después me besó. Era un beso intenso y exigente. Ahora contaba con la confirmación de que sentía por mí lo que yo sentía por él. Pasamos el resto de la noche pegados el uno al otro. Yo quería más, y también él. Desafortunadamente, sin embargo, aquella noche no podía pasar nada: habíamos descubierto que también su hermano se encontraba en el evento y el peligro de ser descubiertos era demasiado alto. Nos dimos las buenas noches con un beso.

Me escribió un mensaje desde el taxi que lo llevaba a su casa. Decía haberse enamorado de mí y de no haber sentido nada igual en toda su vida. Dos días más tarde le dijo a su mujer que en el trabajo había un problema con su ordenador por lo que debería quedarse hasta tarde. En realidad vino a mi casa. En un inicio, simplemente charlamos sentados en el sofá mientras tomábamos una taza de café, pero ambos sabíamos que aquello estaba por suceder. Él era tímido, pero yo percibía su carga erótica. Quería hacer el amor con él. Inmediatamente, allí, en el lugar. Comencé a acariciarlo. Primero en las manos y el rostro; luego dejé correr mis dedos por otras partes de su cuerpo. Con un gemido de placer, comenzó a acariciarme también él. Nos amamos toda la noche. Fue fantástico: él estaba tan excitado, ¡tan lleno de pasión! No volvió a su casa sino hasta temprano por la mañana.
Después de esa noche, dejé al hombre con el que estaba en pareja. Quería estar sólo con mi colega, aún si eso significaba tener una relación secreta.