Relato del engaño de Emilia, 35 años, de Alicante

Lo he hecho. Soy una traidora. Me llamo Emilia, tengo 35 años y estoy casada. Vivo con mi marido, Ángel en Alicante en un barrio muy agradable y nos va, como se suele decir, bastante bien. Soy diseñadora de interiores.

Llevo tres años felizmente casada aunque el deseo de tener hijos no hemos podido satisfacerlo todavía. Hace un año ya que he interrumpido el tratamiento de la píldora y, si Ángel hubiera querido, me habría quedado embarazada ya hace tiempo.

Sin embargo, él prefiere tomarse su tiempo y gozar todavía un poco de la vida. Invita continuamente a sus amigos a casa y, cuando salimos, tenemos siempre que estar rodeados de otras personas. Por tanto, tenemos muy poco tiempo para estar los dos solos. ¿Lo hace aposta? ¿Lo hace para no estar a solas conmigo?

Página de "aventuras" galardonada

Adultfriendfinder Logo

En AdultFriendFinder encontrará una aventura pasional

 

Discreto y seguro

Alto porcentaje de mujeres

Más de 75 millones de miembros

Encuentre su affaire ❱❱
El sexo va bien. No tenemos demasiada experiencia- Ángel es el segundo hombre que ha entrado en mi cama. En cualquier caso, no es el erotismo lo que me falta. Quizá más bien la vida en pareja. Y esta misma ausencia me hace ver a los otros hombres con ojos distintos.

Durante una cita con mi amiga Tina, volví a ver a mi compañero de clase Alberto. Ha pasado por el bar en el que estábamos sentadas. Tina ha exclamado de improviso: “¡Hey! Te conocemos ¿verdad?” Le llamó entonces y él se acercó a nosotros con una gran sonrisa en el rostro.

Estuvimos hablando de los tiempos en la escuela y de cómo habían cambiado las cosas ahora. Alberto no estaba casado ni tampoco prometido. Realmente extraño y realmente delicioso y atractivo. En pocas palabras: rubio, ojos azules intensos, y unos hoyuelos encantadores que se le marcaban en el rostro cada vez que sonreía. De todos modos, al principio no me gustó en absoluto.

Dijo que debía dejar su apartamento y nos preguntó si conocíamos a alguien que le pudiera ayudar a buscar una nueva ubicación. Le respondí que mi marido era agente inmobiliario y que se lo podía presentar.

Dicho y hecho. En poco tiempo mi marido le había encontrado un nuevo apartamento y Alberto me pidió consejos para decorarlo. Por supuesto que tenía unos pocos que darle. Inmediatamente sentí un ligero hormigueo en todo el cuerpo.

Era realmente bonito. Quedamos un par de veces para hablar sobre los detalles del mobiliario y de los accesorios y durante uno de estos encuentros ocurrió algo entre nosotros. Nuestra conversación no tenía nada que ver con la decoración de interiores. Mientras tanto, empecé a hacer comparaciones entre Alberto y mi marido. Las escapadas no me interesaban. Este tipo de cosas solo traen complicaciones, y como ya he dicho, amaba a mi marido.

Pocas semanas después Alberto tenía ya listo su apartamento. Estábamos solos en él y estaba nerviosa como una colegiala. El corazón me palpitaba tan fuerte que incluso me mareé y tuve que sentarme. Alberto se sentó a mi lado y mi incliné sobre él. Repentinamente tuve ganas de besarlo sin pensarmelo dos veces. Cuando le miré no supe resistirme y le besé dulcemente.

Alcé la mirada y me fijé directamente en sus ojos. En ese momento nos reímos con fuerza. La situación para mí era realmente embarazosa y no sabía para nada cómo hacer. Sin embargo, no pensaba que Alberto me iba a agarrar y que íbamos a tendernos en el diván. Me senté en sus rodillas y sentí su excitación entre mis piernas. Se hizo cada vez más grande y evidente y yo no podía esconder tampoco la mía. Nos besamos y continuamos. Esa vez fue más tierno que apasionado.

El aire estaba lleno de erotismo y comencé a quitarle la camiseta y el pantalón. Después me quitó la mía y me sentó a su lado. De su bóxer salía su vello púbico rubio y no puede resistirme más. Rápidamente lo asalté. Después me quité velozmente mis vaqueros y me puse encima de él.

Hasta ese momento, Alberto había estado pasivo pero ahora salía el animal que tenía dentro y tomó las riendas del momento. Exploró cada centímetro de mi cuerpo con las manos y con la boca. Cuando me quitó el sujetador, tenía la piel de gallina. Cuando me quitó las bragas, me daba miedo hacerlo. Ahora era algo serio. Cuando le quité lentamente su bóxer pensé cómo sería su pene. Largo o corto, grande o pequeño. Solo esperaba que no fuera como una pequeña salchicha. Pero no, no me desilusionó. Alberto estaba bien dotado y su pene estaba allí erecto y os encantará todo lo que ocurrió después. Se tumbó sobre mí y con su mano buscó cómo penetrar dentro de mí. Cuando lo hizo, permanecimos los dos en silencio.

Entonces comenzó a moverse lentamente y le sugerí que se moviera un poco más fuerte. Me besó de nuevo y apreté mis dedos sobre su espalda, según le iba deseando más. Alberto se movió cada vez más deprisa, jadeando en cada empuje. Noté, que justo antes de llegar al orgasmo, me empujó fuertemente para disfrutar solo con estar dentro de mí.

Después de aquello que pareció una eternidad, nos separamos y fui al baño a lavarme. De repente me vi sumergida en un intenso sentimiento de culpa y de tristeza. ¿Cómo iba a terminar? ¿Con Ángel y con Alberto? Había sido infiel y debía decidir lo que iba a hacer.

Cuando salí del baño, Alberto ya se había vestido. Me miró como si no hubiera estado de verdad con él. Ya había ocurrido, pero no iba a pasar una segunda vez. De eso estaba segura.

Aquella tarde le conté a mi marido lo que había hecho. Me esperaba lo peor pero permaneció relativamente calmado. Decidió continuar conmigo y admitió que me había ignorado durante mucho tiempo. En seguida decidimos ir a una terapia de pareja. Esperamos volver a encontrarnos.