Historia del engaño de Ana, 28 años, Córdoba

¿Engañar a mi compañero? No me ocurrirá jamás. ¡Una relación está totalmente fuera de cuestión!

Siempre he pensado así, al menos hasta hace dos meses. Me llamo Ana, tengo 28 años y desde hace cinco años convivo con mi chico en un elegante apartamento situado en el centro de Córdoba.

Me gusta vivir aquí aunque también es un lugar bastante ruidoso. Me encanta estar rodeada siempre de gente. Trabajo como empleada en una empresa de tamaño mediano. Después de una jornada realmente estresante en la oficina, me gusta quedar con mis amigos e irnos a bailar. Sobre todo, este es el punto crítico de mi relación.

Juan, mi novio, tiene cinco años más pero no comparte los mismos intereses que yo. Le encanta permanecer sentado delante de su amado ordenador. Sobre la estantería se apilan montones de CD y DVD. Creo que se conoce todos los juegos para ordenador del mercado.

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A menudo pienso en el inicio de nuestra relación. Eramos tan felices. Me ayudaba mucho en las tareas domésticas y todas las noches nos acurrucábamos juntos. Durante el fin de semana salíamos fuera. ¡Cuántas películas hemos visto juntos en el cine! Desafortunadamente en cuanto al baile, yo sabía que no le gustaba demasiado pero hacíamos de todos modos muchas cosas juntos. Por ejemplo, a menudo íbamos a nadar. Hoy, Juan pesa 15 kilos más de los que tenía cuando nos conocimos. Con este peso de más ahora no quiere que le vean en público en la piscina.

Prefiere estar sentado en el ordenador, involucrarse en una guerra virtual, no me ayuda nada en las tareas de la casa y come solo patatas fritas. Le he pedido muchas veces que cambie pero eso conlleva un gran esfuerzo y por ahora parece imposible. Lo he soportado todo pero en un momento dado hasta mi propia vida se está empezando a precipitar. En casa siempre estoy de mal humor, así que salgo muy a menudo mis amigas. Juntas nos sumergimos en la vida nocturna de Córdoba. Mi mejor amiga es soltera y siempre ha sabido cómo conocer a muchos hombres.

Al principio no tenía ningún interés en conocer más hombres, hasta que encontré a Ricardo. Él es el sueño de todas las mujeres y todo lo contrario a Juan. Es español, y como todos los españoles, romántico y temperamental. Cuando lo vi por primera vez de pie en el bar, me quedé inmediatamente fascinada. Le gusta jugar al fútbol y se le nota. Un trasero compacto y un precioso abdomen musculoso describen su cuerpo. Me quedé completamente perdida. Inicialmente no quería hablar con él pero al final me convenció con su encanto. Un cocktail llevó a dos, luego a tres y así sucesivamente. Estuvimos bailando toda la noche.

Al día siguiente tuve una fuerte discusión con Juan, porque el ordenador era nuevamente mucho más importante que lo demás. Esa misma tarde me encontré por casualidad a Ricardo. Entendió rápidamente que algo no iba bien aunque nos conocíamos solo de un día. Tampoco le conté nada de mi novio, pero estuvo muy comprensivo y logró hacerme reír continuamente.
Aquella misma noche me fui con el a su apartamento. En realidad, quería ofrecerme una última copa preparada por él mismo. Cuando le vi de pie en la cocina con la camiseta, no me pude contener y le besé, él se dio la vuelta y me respondió con pasión. Yo quería todavía más. El sexo fue increíble. Ya no me acordaba de lo que era el buen sexo. A Ricardo también le gustó mucho.

Desde aquel momento, hemos quedado periódicamente y de un engaño, ha nacido una relación. Juan no se daba cuenta de que yo me había convertido en una extraña. Discutíamos continuamente y ya no teníamos relaciones sexuales desde hacía mucho tiempo. Me sentía mal. Cuando miraba a Juan a los ojos, tenía siempre la conciencia sucia y cuando estaba con Ricardo, por un lado era feliz y por el otro sentía vergüenza de mí misma por haberme convertido en una persona deshonesta debido a este gran hombre. Era horrible.

Ricardo me decía que me amaba y que quería que nos fuéramos a vivir juntos a un apartamento. Después de un tiempo ya no lograba encontrar más excusas y le dije la verdad. Volví a casa con el corazón roto y le dije la verdad también a Juan. Comenzó a gritarme, tiró todos sus CD por la casa y me preguntaba cómo podía haberle hecho eso después de tantos años. En realidad, nunca había sido celoso cuando salía con mis amigas. Preparó la maleta y se fue a casa de su madre.

Me encontraba fatal. Estaba sola en casa y tenía la sensación de haberlo perdido todo. Permanecí sentada en nuestro apartamento sola y entendiendo el alcance de lo que había ocurrido. Había perdido una relación de muchos años por una aventura. ¡Me avergonzaba de mí misma! Desde entonces no he visto más a Ricardo.

Juan volvió después de una semana a nuestro apartamento. Vio lo mal que me encontraba. Había hablado mucho con su madre y con sus amigos; se había dado cuenta de que me había descuidado mucho. Me dijo que me echaba mucho de menos y que había cometido mucho errores. Sin embargo, no nos vemos desde hace dos meses.

He pensado a menudo en nuestro amor, y me pregunto cómo había podido llegar hasta este punto. Había sido infiel y había destrozado mi relación. Ambos, no obstante, nos dimos cuenta de cuanto habíamos perdido y quedamos de nuevo para darnos una última explicación. Nos pertenecemos el uno al otro y por este motivo decidimos volver a darnos una segunda oportunidad. Es difícil, muy difícil, debemos poner mucho empeño y trabajar duro pero nuestro amor ha vencido. Los fines de semana salimos de nuevo juntos, hacemos muchas cosas. Por ejemplo, hacemos deporte juntos. Juan ahora es muy celoso, pero lo entiendo porque después de todo es culpa mía que hayamos llegado a este punto. Pero los dos creemos en un futuro juntos, aunque hayamos vivido momentos difíciles, todo ha cambiado.