Historia de la traición de Beatriz, 31años, Marbella

Después de seis años de convivencia con Víctor, mi compañero de entonces, se había creado una rutina segura y cotidiana que se había convertido en la excusa perfecta para caer en la trampa de un engaño.

No es que no amase a Víctor, pero habíamos entrado, sin saberlo, en una fase de nuestra relación en la que éramos como buenos amigos. Instruidos, bastante de acuerdo en todo y por eso muy unidos desde el punto de vista profesional, había poco espacio para el cuidado de nuestra relación.

Nuestra gran diferencia de edad, que, hasta aquel momento, no había sido nunca motivo de discusión, se convirtió en algo improvisadamente perceptible: Víctor que ya había cumplido su cincuenta cumpleaños, quería a partir de ahora “estar tranquilo”, casi llamándose “viejo”.

Yo, con mis 31 años de entonces, me encontraba en uno de los momentos decisivos de mi vida y Víctor, con más experiencias que yo, no parecía entenderlo. Yo habría vuelto a revivir nuestra vida nocturna con él en nuestra ciudad natal de Marbella, pero parecía no tener el más mínimo interés.

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Me envolvió completamente una sensación de pánico.¿Podía así predecir nuestro futuro? ¿No podría volver a mi vida? De repente me vinieron a la cabeza juegos de pensamientos perversos: si estuviera con Víctor hasta sus 98 años,¡habríamos transcurrido entonces más de 14000 noches delante de la televisión!

Todo eso me revolvía por dentro. Un engaño considerando ciertos razonamientos era entonces por tanto una cuestión de tiempo a la que, en aquel momento, no quería encontrarle respuesta. ¿Traicionar? – No. No había ocurrido entre nosotros, y yo mantenía firme mis buenos propósitos.

El espíritu es fuerte pero la carne es débil: este viejo refrán encontró plena confirmación unos meses después. En aquellos momentos era una profesional liberal y viajaba mucho. Sin pensar exactamente en una traición, gozaba de mi tiempo libre, el transcurrir de mi viaje, el aire fresco en mi rostro, etc. Las nuevas experiencias no tienen que ser por fuerza de naturaleza sexual, pensaba optimista. Y me pasó lo que tenía que pasar…

Después de un buen día de trabajo en Málaga, nos reunimos diversos colegas en un local muy agradable donde saboreamos la especialidad local. Siendo la única mujer de la reunión, diría que era como la “gallina en el gallinero”, gozando de los pequeños piropos de los hombres presentes. En particular de Pedro, que estaba sentado frente a mí y que le había puesto especial empeño.

Nuestras miradas continuamente se encontraban, y en la confusión, reconozco que el tipo no estaba nada mal: alto, musculoso, alrededor de mi edad y dotado de una sonrisa verdaderamente perturbadora. Podría haber sido un motivo para irme después de la cena pero no lo hice. Así, permanecí sentada inmóvil mientras Pedro me susurraba algo sobre la belleza de mis ojos.

Hacía ya tiempo que mis colegas se habían marchado y nosotros estábamos todavía flirteando en la mesa. Cuando el local, en un momento dado, iba a cerrar, Pedro me dijo de manera natural que me acompañaba a mi hotel.
„ ¡Vale, así podemos tomar una copa en el bar del hotel!” propuse alegre agarrándome a Pedro.

Vagamos en la noche cálida. Sentía el calor del cuerpo desconocido a mi lado mágicamente. Pedro me arrastró de manera espontánea contra el portón de una casa. Nos besamos largo rato y con mucha pasión. ¡De repente supe que aquella noche había cometido un engaño!Pero lo más extraño era que esa sensación no me desagradaba. Marbella parecía repentinamente tan lejana, y, con ella, también Víctor. Después de todo por una vez no quería decir nada y el día de después me comporté simplemente como si nada hubiera sucedido. Después de nuestro beso, teníamos prisa. Queríamos llegar al hotel lo más deprisa posible. Naturalmente nuestro objetivo ya no era el bar. Después de diez minutos estábamos en la cama juntos.

Fue una noche inolvidable. Parecía que Pedro quería explorar cada centímetro cuadrado de mi cuerpo. Debo reconocer, con dolor, que nuestro sexo fue mucho mejor de todo lo que había vivido hasta ahora con Víctor. Nos amamos en todas la posiciones imaginables; Pedro parecía simplemente insaciable y lleno de fantasía. ¿Cuántos orgasmos alcancé en esa noche? – No tengo ni idea. No los he contado.

Cuando Pedro se fue del hotel ya era de día. Nos habíamos puesto ya de acuerdo para la noche siguiente. Primero, aquella tarde debía trabajar y después volver a la cama, gozar de mi cuerpo hambriento y del hecho sorprendente de no tener ningún sentimiento de culpa.

Tres días después volví a casa, de nuevo a mi vida solitaria.¿Y si Víctor se daba cuenta de mis ojeras marcadas profundamente en mi rostro y provocadas por tres noches enteras de insomnio, sexo y erotismo? – pero Víctor no notó nada.

No he vuelto a ver a Pedro. Habíamos decidido entre los dos que era mejor así porque además Pedro estaba casado. Queríamos dejar nuestra aventura como un recuerdo libre, sin celos, pretextos o estrés; en cuanto al resto, menos de un año después me separé de Víctor de manera totalmente amigable…