Relato del engaño de Catalina, 35 años, de Barcelona

¡Una sola mirada ha cambiado toda mi vida!

Hace poco tiempo estaba firmemente convencida de que no me faltaba nada en mi vida. Con solo 35 años, había obtenido todo aquello que siempre había soñado: después de tener algunas relaciones más o menos decepcionantes, encontré, al final, al soltero más anhelado de Barcelona y estaba casada felizmente.

Profesionalmente también había logrado llegar a la cima: había trabajado muy duro para convertirme de una simple periodista a la directora de un conocido periódico y ahora podía hacer lo que me apeteciera. Además, no solo poseía una casa preciosa en la periferia de Barcelona con un servicio que llevaba a cabo todos mis caprichos, sino que me abundaba tanto el dinero que no era capaz de gastarlo por completo. En pocas palabras, ¡mi vida era perfecta!

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Sin embargo, cuando le encontré, mi vida cambió de la noche al día y mi mundo se volvió patas arriba.

Cada semana tenía una reunión en mi oficina con mis colegas del trabajo. Solía alargarse como máximo 2 o 3 horas para luego poder dedicarme a mi verdadero trabajo. Sin embargo, ¡esta vez todo era diferente!

Mientras estábamos en medio de una discusión acalorada, se abrió de improviso ligeramente la puerta, alguien agitó un pañuelo blanco por su rendija y una voz maliciosa pedía una tregua breve. Todos miramos un poco sorprendidos hacia la puerta y “él”¡entró! Alto, bronceado, un tipo con un cuerpo musculoso que haría palpitar con fuerza el corazón de todas las mujeres. Se detuvo frente a nosotros. ¡Con su presencia me quedé con la boca abierta! me sentía como si me hubiera alcanzado un rayo, por lo que no presté ninguna atención al hecho de que se presentara como un nuevo compañero. Sin embargo, cuando noté el silencio imprevisto de la sala, me recompuse imperceptiblemente y me levante para saludarle. Mientras me presentaba, sentí que su mirada penetrante se fijaba en la mía y eso me confundió de nuevo por completo. Aún así, volví de nuevo a recomponerme y le pedí que se sentara. Escapé de su mirada como mejor pude intentando buscar entonces la redacción del titular de la noticia en la que estábamos. Después de una hora desde el final de la reunión, todos habían salido ya de mi despacho. ¡Todos, menos él!

Estaba simplemente sentado allí, esperando, y ¡cuando tuve el coraje de mirarle a los ojos, de nuevo algo dentro de mí explotó! Cada fibra de mi cuerpo gritaba por ser tocada y deseada por él. Me sentía totalmente privada de voluntad y quería que me poseyera allí mismo, sobre la mesa de mi despacho y tener un sexo salvaje y desinhibido conmigo. Cuando estos pensamientos pasaron por mi cabeza, ¡me sentí muy incómoda! Yo, siempre tan correcta y completamente fiel, no pensaba en otra cosa que en una aventura con ese hombre, mi nuevo compañero de trabajo. Naturalmente ya sabía que para muchas de mis amigas, el engaño era la cosa más natural del mundo. Sin embargo, hasta ahora, las había envidiado más que compadecerlas, porque no me había metido nunca en semejante discusión.

Además aunque nunca había tenido una experiencia con un amante, una cosa tenía clara: ¡Lo deseaba!¡Allí e inmediatamente!

Además, ¡A fin de cuentas era su superior y no podía simplemente hacer sexo con él! Cuando tuve la situación bastante más controlada, le volví a mirar y descubrí que debía haber considerado bien mis pensamientos, porque estaba en silencio, sonriéndose y dirigiéndose a mí. Cuando llegó a tan solo unos centímetros de distancia, me cogió delicadamente la barbilla entre las manos y la levantó, forzándome a mirarle a los ojos. Después lentamente se inclinó hacia delante y me besó. ¡Justo así! ¡ Y yo estaba allí sin hacer nada para evitarlo! Después me abrazo y recorrió mi espalda con sus manos. Temblaba y mis rodillas se volvieron débiles, para no caerme me agarré a él como una náufraga. De golpe, mi mente se bloqueó y se quedó ciega y sorda frente a todo lo que se encontraba a mi alrededor. Cuando sentí que era irremediablemente dependiente de él, me empujó suavemente contra la pared y comenzó a levantarme la falda. Le rodee con mis piernas para no perder su apoyo y le abrí los pantalones. No importaba que en cualquier momento alguien hubiera podido abrir la puerta del despacho, por que en nuestro mundo ¡solo estábamos nosotros dos! Como en delirio, caímos uno encima del otro moviéndonos cada vez más deprisa. Jadeando y gimiendo llegamos juntos al orgasmo, que nos hizo estremecer como si fuera una erupción volcánica. Exhaustos, estábamos sólidamente uno echado encima del otro intentando coger algo de aire en nuestros pulmones.

Después de una pequeña eternidad, el mundo a nuestro alrededor comenzó lentamente a girar. Nunca había experimentado en mi vida un sexo tan salvaje, una sensación ¡qué me hizo reaccionar!

Después de esta experiencia, de improviso entendí por qué a mis amigas les encantaba sus escapadas como si fueran un tipo de afrodisiaco, porque me sentía viva y libre como nunca en toda mi vida. Cuando lo miré, de manera incierta, supe que se había sentido como yo, porque sus ojos tenían aquel color oscuro, esa luz misteriosa, y su mirada revelaba que no podía haber sido tan solo un encuentro.

A pesar de todos los sentimientos confusos, estoy muy feliz de haber vivido secretamente todas esas sensaciones…